sábado, 28 de marzo de 2020



Dhamarys Esteves
Residente de 1er año de del PNFA en Bacteriología Clínica
Hospital Vargas de Caracas

IMPORTANCIA DE CONOCER EL M–100

El M–100 constituye una guía que orienta al microbiólogo, en lo que a estándares de rendimiento para pruebas de susceptibilidad antimicrobiana se refiere. En un tiempo donde la multirresistecia bacteriana se ha convertido en un problema de salud pública a nivel mundial, el conocimiento de las líneas de antibióticos y su efecto sobre los distintos grupos bacterianos, se vuelve una necesidad.
El M–100 representa una de las guías (no la única, sin embargo sí la más utilizada), la cual está avalado por la Clinical and Laboratory Standards Institute (CLSI), o Instituto de Estándares para Laboratorios Clínicos, la cual es una organización sin fines de lucro, inicialmente impulsada por el gobierno de los EEUU, cuyo fin es la elaboración de estándares de elevada calidad, para mejorar las practicas del laboratorio clínico.
El modelo de organización de la CLSI es similar al de la ISO, por lo cual se podría decir que la CLSI es la ISO específica para el laboratorio clínico. En ella se realizan consensos anuales que actualizan cada guía. Y la palabra “consenso” es fundamental ya que toma en cuenta todas y cada una de  las partes involucradas, razón por la cual los documentos producidos son de alto valor. Del mismo modo la organización se asegura que los documentos elaborados sean de “fácil aplicación” con el propósito de fomentar su uso en los laboratorios clínicos.
Recordemos que diariamente existen nuevos retos en el estudio de antibióticos y su efecto en las bacterias, específicamente en el desarrollo de multidrogorresistencias. Aunado al avance en la tecnología para la detección de nuevas estructuras dianas para el desarrollo de antibióticos nuevos y el comportamiento de las bacterias bajo condiciones estandarizadas ante un agente antimicrobiano.  La importancia clínica de los resultados de las pruebas de sensibilidad a los antimicrobianos, exige que estas pruebas se realicen en condiciones óptimas y que los laboratorios tengan la capacidad de proporcionar resultados para los agentes antimicrobianos más nuevos. Ésta precisamente es la importancia del conocimiento y manejo de la M–100 ya que muestra, bajo un estudio de consenso, los criterios y características del comportamiento de los diferentes grupos de bacterias (cocos, bacilos, no fermentadores, entre otros) ante las diferentes familias de antibióticos (quinolonas, carbapenems, penicilinas, entre otros) y clasificados según el origen de la infección (orina, secreciones, líquidos, entre otros), así como su adecuado uso terapéutico (ambulatorios, hospitalizados).
Es importante destacar que con el tiempo, la susceptibilidad de un microorganismo ante un agente antimicrobiano puede disminuir, lo que resulta en una falta de eficacia clínica. Es por ello que la guía en cobertura por esta situación, sufre modificaciones anuales. Entre esas modificaciones también establecen las categorizaciones taxonómicas de los grupos bacterianos y finalmente la susceptibilidad de los diferentes grupos de antibióticos a los diferentes grupos de bacterias.
Ya refiriéndose directamente al M–100, en su última edición (30°, del año 2020), encontramos la información más actualizada para la selección de medicamentos, la interpretación de lecturas y control de calidad utilizando los procedimientos estandarizados en otras normas específicas como las M-02, M-07 y M-11. Aclara al inicio de su apartado que todos los cambios en tablas y valores que difieran de ediciones anteriores, están resaltados en negrita para facilitar la identificación del cambio y que dejan invalidados los valores de éstos en las ediciones anteriores.
Los primeros apartados de la M-100 (posterior a la presentación de su comité y directiva) exponen un resumen de los procesos para establecer los rangos de punto de corte y control de calidad para los antibióticos. Luego muestra resultados de la comparación de sus métodos de referencia vs. métodos comerciales disponibles, algunas metodologías específicas para alimentos y los puntos de corte para la administración de medicamentos.
Más adelante, de manera esquemática, en el primer bloque de tres tablas (TA1 al TA3), la M-100 plantea la agrupación sugerida de agentes antimicrobianos para uso clínico, aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los EE. UU. (FDA), que los laboratorios de microbiología deben considerar para realizar pruebas y reportarlas para bacterias consideradas fastidiosas, no fastidiosas y anaerobios. Allí se organizan en subgrupos los antibióticos considerados apropiados para incluirlos en la rutina, de primera línea, segunda línea (solo se pueden informar de manera selectiva, como cuando los organismos son resistentes al primer grupo), así como la forma de reporte de resultados para cada grupo de estas bacterias. También detalla los antibióticos a considerar en casos de instituciones que albergan cepas endémicas o epidémicas resistentes a varios de los medicamentos primarios, o para la prevención de infecciones como ayuda epidemiológica. Finalmente puntualiza los antibióticos que deben ser utilizados para muestras específicas de orina y las consideraciones según las  condiciones del paciente para este tipo de muestras.
En el segundo bloque de tablas (T2A al T2J), la M-100 establece las zonas de diámetro y los putos de cortes para los diferentes grupos de microrganismos, aplicando la técnica  de Concentración Mínima Inhibitoria (MIC), dando las pautas de la estandarización de la técnica (medio utilizado, inoculación y condiciones de incubación) así como la interpretación de las lecturas si es por zona de diámetro o la concentración en µg/mL si fuese por MIC. Detalla además la concentración del disco de cada antibiótico que se ha de utilizar. Este último dato es importante ya que para algunos antibióticos varía esta concentración según el microorganismo y la muestra en estudio.
El siguiente bloque de tablas (T3A al T3J), divide un apartado para el uso de antibióticos de la familia de los carbapenems y la metodología para la identificación de carbapenemasas en bacterias multirresistentes; mientras que el segundo apartado expone los puntos de corte y las metodologías que utilizan antibióticos para las identificaciones bacterianas y otros puntos de corte para resistencia bacteriana y detección de enzimas inducibles a drogorresistencia.
El cuarto bloque (T4A al T4D) comprende las tablas con los puntos de corte para estandarizar la técnica de Difusión en Disco. En estas tablas muestran los diferentes grupos de antibióticos usados en el laboratorio, con la concentración determinada, y el valor que corresponde para las cepas ATCC específicas con el valor QC en milímetros para la técnica de Difusión en Disco. De esta manera se tiene una guía para llevar el control de calidad de los discos de antibióticos que se utilicen en el laboratorio. Además da todas las pautas bajo las cuales se monta la técnica (medios usados, incubación, preparación de los inóculos, entre otros) para garantizar tanto el desarrollo del proceso en  sí, como el apropiado funcionamiento de los antibióticos. En el último apartado de este grupo de tablas, además, da una orientación de las posibles causas por las cuales una prueba puede sufrir caídas en sus valores y un listado de las posibles soluciones que se puedan aplicar para corregir el error.
El quinto bloque (T5A al T5G) comprende las tablas con los puntos de corte para estandarizar la técnica de Concentración Mínima Inhibitoria (MIC). En estas tablas muestran los diferentes grupos de antibióticos usados en el laboratorio, con la concentración determinada, y el valor que corresponde para las cepas ATCC específicas con el valor QC en µg/mL para la técnica MIC. Además da todas las pautas bajo las cuales se monta la técnica (medios usados, incubación, preparación de los inóculos, entre otros) para garantizar tanto el desarrollo del proceso en  sí, como el apropiado funcionamiento de los antibióticos utilizados. En el último apartado de este grupo de tablas, además, da una orientación de las posibles causas por las cuales una prueba puede sufrir caídas en sus valores y un listado de las posibles soluciones que se puedan aplicar para corregir el error.
Finalmente los bloques de tablas 6, 7 y 8 dan una guía amplia y detallada de las especificaciones para la preparación de las diferentes soluciones a utilizar, las diluciones de los antibióticos, los agares para realizar los test y todos los procesos para la preparación de solventes y diluentes para las dos modalidades del test (DD y MIC).
Ya para finalizar, en la revisión de los diferentes apartados del M–100, se resaltan los apéndices y tablas que anexan la información sobre las metodologías para el uso de algunos antibióticos en la identificación bacteriana (como el Colistin o Polimixina B, Eritromicina y Clindamicina, Bacitracina, entre otros), así como el uso de técnicas moleculares para la detección de resistencia antimicrobiana y las categorías de interpretación de la susceptibilidad dosis-dependiente.
El contenido de la guía es amplio y complejo, sin embargo es muy enriquecido para la aplicación de un control de calidad en el laboratorio de bacteriología y la adecuada utilización de los recursos en él. Es importante destacar que el conocimiento de estas guías nos facilita la caracterización de los microorganismos clínicamente relevantes y las respuestas ante el tratamiento con un determinado antibiótico.
La fusión entre la eficiencia y la eficacia de los resultados, sustentados en guías internacionalmente aceptadas como ésta, nos abre camino en la batalla de drogorresistencia, ya que propiciamos opciones terapéuticas directas y adecuadas al paciente (hospitalizado-ambulatorio), a la fuente de infección (orina, secreción, etc.) y contra el microorganismo identificado. Además de seguir un protocolo que asegure la calidad de nuestra forma de trabajar y con ello, que los resultados emitidos se corresponden con una trazabilidad documentada.