viernes, 1 de septiembre de 2017


Rol de la microbiota intestinal en la producción de Inmunoglobulina A secretora.
Orialis Millán
Esp en Bacteriología Clínica

Los humanos vivimos en asociación con un amplio número de microorganismos presentes en la piel, la boca, el sistema genitourinario femenino y el tracto gastrointestinal, conocidos y descritos como microbiota humana normal, un concepto que ha evolucionado desde flora comensal hasta microbioma, que se define como la relación entre el huésped y la comunidad microbiana de un sitio anatómico, donde confluye una compleja interacción de factores genéticos, ambientales y metabólicos, los que pueden inducir la expresión o manifestación de una respuesta fisiológica o patológica en el individuo. (1)
El término microbiota hace referencia a la comunidad de microorganismos vivos residentes en un nicho ecológico determinado. El ecosistema microbiano del intestino (microbiota intestinal) incluye especies nativas que colonizan permanentemente el tracto gastrointestinal y una serie variable de microorganismos vivos que se encuentran transitoriamente en el tubo digestivo. (2)
La microbiota intestinal coloniza el intestino desde el nacimiento y permanece allí durante toda la vida del individuo. Tiene un papel esencial en el desarrollo del sistema inmunitario del hospedador, en la estructura y en la función del sistema inmune, protegiendo al huésped frente a la invasión de microorganismos patógenos. (3)
El feto humano se encuentra en un medio estéril mientras permanece en el útero, pero resulta rápidamente colonizado por bacterias durante su paso por el canal de parto (2). Al nacer el intestino estéril del feto es colonizado inmediatamente por microorganismos del medio ambiente. Las bacterias aisladas con mayor frecuencia son Staphylococcus, Streptococcus, Propionibacterium y Corynebacterium. (4)
Un hallazgo constante es que todos los niños son inicialmente colonizados por Escherichia coli y Streptococcus sp., por lo que se ha propuesto que son las responsables de la creación de un ambiente favorable para el establecimiento de los anaerobios de los géneros Bifidobacterium, Bacteroides y Clostridium entre los 4 y 7 días de vida. Después del nacimiento, las bacterias ambientales, orales y cutáneas pueden ser transferidas mecánicamente de la madre al recién nacido por varios mecanismos tales como la succión, los besos y el cuidado materno. En estos niños, la colonización anaerobia es generalmente retardada y la microbiota está compuesta por bacterias microaerofílicas, anaerobios facultativos y bacterias esporuladas (Clostridium) que se encuentran en el medio hospitalario. (4)
La transición hacia la microbiota adulta ocurre con la alimentación complementaria, periodo en el cual también se produce un cambio importante en la capacidad metabólica del intestino (2). En el adulto la distribución de la microbiota bacteriana en las diferentes partes del tracto gastrointestinal depende del pH, el peristaltismo, las propiedades de adhesión bacteriana, la secreción de mucina que contiene inmunoglobulinas (IgA), la disponibilidad de nutrientes, la dieta y el antagonismo bacteriano. (4)
De acuerdo con la actividad metabólica, las bacterias presentes en la microbiota intestinal de los adultos pueden dividirse en tres grupos. (4)
·         Bacterias productoras de ácido láctico: incluyen Bifidobacterium, Lactobacillus, Streptococcus pneumoniae y Enterococcus sp.
·         Bacterias de putrefacción como Clostridium prefringens, Clostridium spp, Bacteroides, Peptococcaceae, Veillonella, Escherichia coli, Staphylococcus sp.,  y Pseudomonas aeruginosa.
·          Otros tipos de microorganismos como Eubacterium, Ruminococcus, Megasphaera, Mitsuokello, C. butyricum y Candida.
Cuando la microbiota intestinal se está desarrollando, la interacción de ésta con el huésped resulta en la evolución de un sistema inmune intestinal único y distinto. Una de las características más sorprendentes del sistema inmunitario intestinal es su capacidad para distinguir entre los antígenos de la microbiota y los de los patógenos. (5)
La microbiota intestinal  juega un papel importante en el desarrollo y maduración del tejido linfoide  asociado al intestino o GALT (del inglés: Gut-Associated Lymphoide Tissue) (3,5). Anatómicamente el GALT se divide en dos compartimentos  en GALT organizado, inductor de la respuesta inmunitaria intestinal constituido por folículos linfoides aislados, folículos linfoides asociados o placas de Peyer y ganglios linfáticos mesentéricos y en GALT difuso, efector de la respuesta inmunitaria integrado por poblaciones de linfocitos dispersas en el entramado epitelial (intraepithelial lymphocytes, IEL) o en la lámina propria intestinal (lamina propria lymphocytes, LPL). Las placas de Peyer están formadas por agregados linfoides macroscópicos situados en la cara antimesentérica de la mucosa intestinal. (6)
En el epitelio de las Placas de Peyer (PP) existen células especializadas (células M) que constituye la vía más conocida de entrada de antígenos. La membrana apical de las células M está diseñada para favorecer la adhesión y captación de antígenos luminales como macromoléculas, partículas adhesivas, virus y bacterias. Una vez efectuada la captación se inicia el proceso de transcitosis en el cual las células M internalizan los antígenos luminales mediante mecanismos de endocitosis o fagocitosis y los transportan a través de sus vesículas hacia la membrana basolateral, donde son liberados al espacio extracelular. (6)
Los enterocitos constituyen una segunda posible vía de entrada de antígenos. Presentan menor accesibilidad que las células M debido a su recubrimiento externo de glicocálix rico en enzimas hidrolíticas, hecho que impide la entrada de agregados macromoleculares y microorganismos. Hoy en día se acepta que los enterocitos no sólo son capaces de captar los antígenos solubles que llegan a la superficie celular, sino también de procesarlos y presentarlos a los linfocitos T. (7)
Por debajo del epitelio de las PP se encuentran abundantes células dendríticas (DC), con capacidad fagocítica, que expresan en su superficie moléculas especiales, denominadas clase II del complejo principal de histocompatibilidad (MHC-II), que las capacita como células presentadoras de antígeno (APC). Una vez que las células dendríticas migran a las PP y a los ganglios linfáticos mesentéricos cargadas de bacterias se da la recombinación de cambio de clase de IgA, donde inducen a las células B para diferenciarse en células plasmáticas productoras de IgA. (8)
Estructuralmente, se distinguen dos isoformas de IgA: monomérica y polimérica. La IgA polimérica (pIgA) es mayoritaria en secreciones mucosas, mientras que en suero predomina la IgA monomérica (mIgA). (8)
La IgA polimérica secretada en la mucosa intestinal está compuesta por dos moléculas de IgA unidas covalentemente a través de sus regiones constantes, y asociadas con una molécula de unión denominada cadena J. Además consta de un componente secretor formado por un segmento del receptor de Ig poliméricas (pIgR). La pIgA es transportada hacia la superficie mucosal mediante transcitosis epitelial. En este proceso, la IgA que contiene la cadena J se une al receptor de Ig poliméricas (pIgR) presente en la membrana basolateral de las células epiteliales. El complejo IgA pIgR es internalizado y transportado mediante vesículas a la membrana apical de la célula epitelial para ser liberado al lumen intestinal. Durante el proceso de liberación, el pIgR se fragmenta y el dominio extracelular, componente secretor, queda unido a la pIgA, confiriendo resistencia frente a proteasas presentes en el lumen intestinal. (9)
La inmunoglobulina IgA secretora (IgAs) se encuentra presente en las secreciones como: saliva, lágrimas, secreciones nasales, bronquiales, intestinales, presentando propiedades biológicas características que le permiten ejercer sus funciones en el ambiente de la mucosa (8). La presencia de IgA en el tracto gastrointestinal es necesaria para la regulación de la comunidad de bacterias que allí residen y su adecuada distribución en cada uno de los segmentos intestinales (2). Además la IgAs sirve como la primera línea de defensa para proteger el epitelio intestinal de toxinas y microorganismos patógenos entéricos, a través de un proceso conocido como exclusión inmune, que se refiere a la capacidad de la IgAs para evitar que los agentes patógenos microbianos y los antígenos tales como las toxinas accedan al epitelio intestinal mediante de una serie escalonada de acontecimientos que implican la aglutinación, el atrapamiento en el moco, y/o aclaramiento mediante peristalsis.(10)
La IgAs es capaz de interferir con los primeros pasos en el proceso de infección en virtud de su capacidad para bloquear toxinas y evitar que los patógenos se adhieran al epitelio intestinal, por reconocimiento directo de los dominios de unión al receptor. Las cadenas laterales de oligosacaridos presentes en la IgAs comparten un alto grado de similitud con las de la cara luminal del epitelio intestinal, por lo que se ha propuesto que la IgA y el componente secretor (libre o unido a IgA) pueden servir eficazmente como inhibidores competitivos de la unión del patógeno a las células hospedador. (10)
La deficiencia de IgAs se asocia comúnmente con un defecto en la maduración de las células B. Así mismo se ha propuesto que  esta deficiencia de IgAs se pueden encontrar en casos en los que la composición de la microbiota intestinal este alterada y esto puede predisponer al  riesgo de desarrollar trastornos gastrointestinales, como enfermedad celiaca, enfermedad inflamatoria del intestino, alergias e infecciones repetitivas que comprometen la mucosa.(3)
Los humanos al nacer producen escasas cantidades de IgA, las cuales se incrementan gradualmente desde los primeros días en la misma medida en que entran en contacto con las diferentes especies microbianas. La vía y forma de nacimiento, el tipo de lactancia y duración de la misma, así como la introducción de la alimentación complementaria, son factores que exponen al niño a diferentes ambientes y en consecuencia a diferentes perfiles microbianos que impactarán fuertemente el inmaduro sistema inmunológico del neonato y la consiguiente expresión de IgA en respuesta a los diferentes estímulos antigénicos. Evidencias experimentales han encontrado, por ejemplo, que Bacteroides (anaerobios obligados Gram negativos) induce una mayor producción de IgA que Lactobacilos (también anaerobios obligados, pero Gram positivos y pertenecientes al filum Firmicutes) (2).

Evidentemente  la IgA no es el único factor involucrado en el mantenimiento de las proporciones adecuadas de comensales y la exclusión de patógenos en el tracto digestivo, pero las evidencias se inclinan hacia un rol preponderante de esta inmunoglobulina en dichas funciones, incluido el hecho de su casi exclusivo predominio en el intestino y la existencia de múltiples vías para su generación. Este balance parece ser función tanto de las concentraciones de IgA producidas en respuesta a determinado estímulo antigénico, como del tipo de ella producido, dependiendo o no de la inducción por las células T. La respuesta de IgA a los comensales es mucho más independiente de las células T que la respuesta a patógenos. De esta forma, la existencia de IgA en las secreciones del intestino depende del efecto que sobre el sistema inmunológico tiene la presencia de determinados tipos de microorganismos.
            La producción de la inmunoglobulina IgA es importante ya que favorece el mantenimiento de las bacterias comensales, así como la neutralización de patógenos invasores a través de múltiples mecanismos. Adicionalmente, la IgAs limita la movilidad microbiana de bacterias patógenas mediante la unión a flagelina. Cabe destacar que la IgAs realiza sus funciones de protección sin necesidad de activar el complemento, impidiendo así el daño inflamatorio a la barrera epitelial. Así mismo la IgA juega un rol muy significativo en la prevención de las enfermedades alérgicas, debido a que se unen a los antígenos que normalmente se ingieren en los alimentos, o entran por vía respiratoria, como polen, polvo y otros, de esta manera al unirse a estos antígenos, bloquean su paso al torrente circulatorio. (11)
                        El  primer problema más importante en la deficiencia de esta inmunoglobulina es  la susceptibilidad a infecciones, tales como, infecciones intestinales, infecciones recurrentes del oído, sinusitis, bronquitis y neumonía, el segundo problema más significativo es la ocurrencia de enfermedades autoinmunes. Algunas de las enfermedades autoinmunes más frecuentes asociadas con la deficiencia de IgA son artritis reumatoide, lupus eritematoso sistémico y púrpura trombocitopénica inmune.(3)
El sistema de IgA es multifacético  y actúa para mantener un ambiente antiinflamatorio, compartimentando las respuestas microbianas en el sistema inmune de la mucosa intestinal e induciendo tolerancia hacia la microbiota intestinal normal.

Referencias bibliográficas

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Productos naturales ozonizados como fuentes de moléculas antimicóticas

Marlin Yegres
Esp en Bacteriologia Clinica.

En los últimos años las infecciones micóticas han tenido un aumento significativo a nivel mundial debido al incremento de pacientes inmunodeprimidos por diversas causas como el sida, la quimioterapia en pacientes con cáncer, las neutropenias y los receptores de trasplantes sometidos a terapia inmunosupresora1-3. Aunado a esto, el uso habitual de procedimientos invasores como la nutrición parenteral, la diálisis y la hemodiálisis así como los tratamientos prolongados con antibióticos de amplio espectro y el uso de glucocorticoides, inciden igualmente en el incremento de este tipo de infecciones4. Los hongos que frecuentemente están implicados en las infecciones en este conjunto de pacientes pertenecen a los géneros Candida, Cryptococcus, Aspergillus, Histoplasma, Rhizopus, Mucor, Acremonium, Fusarium y al grupo de los dermatofitos.3-5
Otros de los factores que contribuye al incremento de las micosis es el desarrollo de mecanismos de resistencia a los antimicóticos por ciertas especies de hongos, los cuales se deben en parte al hecho de que la mayoría de los fármacos son fungistáticos y, también por la administración prolongada de tratamientos, que conlleva a la selección de clones resistentes3,4. Entre los mecanismos de resistencia utilizados por los hongos es importante hacer referencia a la mutaciones que modifican la diana, la implementación de vías metabólicas alternas y la producción de bombas de flujo externo que expulsan los medicamentos al espacio extracelular.3,4,6,7
El rol creciente de los hongos en las infecciones humanas ha estimulado el desarrollo de nuevos y diversos compuestos con mayor espectro de acción antifúngica y menor toxicidad que las actuales moléculas. Un producto de este esfuerzo fue la anfotericina B liposomal con un espectro de actividad antimicótica similar a la convencional pero con menor nefrotoxicidad1,8. El incremento de las infecciones por hongos, sumado a la resistencia que han desarrollado estos microorganismos a los antimicóticos, han conducido a una constante búsqueda de alternativas terapéuticas eficaces que puedan ofrecer más y mejores opciones en las farmacopeas actuales.9-11
 A nivel mundial ha sido objeto de estudio el uso de  productos naturales como fuentes de nuevos y variados agente antimicóticos12. De acuerdo con informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 80% de la población mundial utiliza productos naturales con fines medicinales13. Asimismo, se ha notificado que un gran número de medicamentos antibacterianos y antitumorales proceden de fuentes naturales14,15. Además, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) certificó, entre 1983 y 1994, 520 nuevos fármacos de los cuales el 39% eran de origen natural o sus derivados.14
Algunos productos de origen natural poseen una extensa fuente de metabolitos secundarios con actividad biológica, entre ellos organismos como plantas, hongos, bacterias, protozoos, insectos y animales, de los cuales se han derivado numerosos compuestos, originados en respuesta a estímulos externos como cambios nutricionales, infecciones y competencias por el espacio15-17, algunos de ellos con comprobada actividad antimicótica, lo que ha llevado a replantear el interés de la industria farmacéutica en el estudio de moléculas a partir de productos naturales previamente conocidos.12,18
Desde la antigüedad se han utilizado las plantas por sus propiedades medicinales, siendo los estudios a nivel farmacológico bastante numerosos. Dicha práctica se ha conservado hasta nuestros días, especialmente en localidades rurales, lo que ha permitido recolectar un extenso conocimiento etno-farmacológico, lo que constituye un punto importante de partida en las investigaciones dirigidas a la búsqueda de productos naturales con acción biológica13,18. De igual manera, los vegetales sintetizan metabolitos secundarios, como las fitoanticipinas y las fitoalexinas que utilizan para protegerse de infecciones por agentes fitopatógenos, entre ellos los hongos. Por esta razón, dichas moléculas pueden ser aspirantes para ensayos in vitro contra agentes micóticos involucrados en infecciones humanas.19,20
Actualmente se dispone de una diversidad de agentes antimicóticos adquiridos de plantas que han sido ensayados tanto in vitro como in vivo con resultados favorables18. De la destilación de las hojas de la planta australiana Melaleuca alternifolia se obtiene el aceite esencial del árbol de té, un fitofármaco que ha expresado actividad antimicótica por la acción directa de los componentes activos terpinen-4-ol y 1,8-cineol, a una concentración que varía del 29 % al 45 % y del 4,5 % al 16,5 %, respectivamente, contra las estructuras de las membranas celulares, no solo en hongos sino también en bacterias. El aceite es usado para el tratamiento de infecciones en la piel por hongos de los géneros Candida y Malassezia, y en la onicomicosis causada por dermatofitos. Con la aplicación tópica del aceite no se han descrito reacciones adversas; sin embargo, la administración oral accidental produjo toxicidad sistémica.21,28
Por su parte, en los extractos alcohólicos, los aceites esenciales y los compuestos de naturaleza sulfúrica aislados de los bulbos de ajo (Allium sativum) se ha demostrado un importante efecto antimicótico, atribuido a los compuestos activos alicina y ajoeno, sobre especies de los géneros Candida, Malassezia, Cryptococcus y Aspergillus, así como contra especies de dermatofitos y Paracoccidioides brasiliensis29-34. Aunque la alicina es efectiva, su uso puede ser limitado por la inestabilidad que presenta; en contraste, el ajoeno, producto de la degradación de la alicina, resulta ser un compuesto más estable y la formulación tópica para el tratamiento de Tinea pedis, cruris y corporis ha mostrado resultados efectivos.29,34
De la planta Eucalyptus globulus se extraen aceites esenciales, extractos e infusiones con acción antimicótica, a concentraciones entre el 54 % y el 95 % del componente activo 1,8-cineol. El uso tópico del extracto crudo y el aceite esencial producen irritación dérmica y dermatitis de contacto35. Del mismo modo, las plantas Thymus vulgaris y Thymus zygis son fuente de las moléculas de timol y carvacrol, ambas con reconocido efecto desinfectante en heridas y componentes de enjuagues bucales. También, es reconocida su actividad principalmente contra Crytococcus neoformans y especies de Candida, Aspergillus, Saprolegnia y  Zygorhynchus.36
Por otro lado, las fitodefensinas son moléculas originadas por las plantas, de naturaleza peptídica y ricas en cisteína, con capacidad de inhibir el crecimiento de los hongos al causar en ellos cambios morfológicos y daños en algunas de sus estructuras celulares37-40. Mientras que en las semillas de las plantas Zea mays se halla la proteína zeamatina, cuya función es proteger a la planta de hongos patógenos por la capacidad de provocar lisis osmótica.  39-41   En el caso de Candida albicans, dicha proteína reprime su crecimiento a una concentración mínima inhibitoria de 0,5 mg/L37, 39-41.
Otra de las opciones terapéuticas antifúngicas procedentes de plantas que está en estudio son los aceites esenciales ozonizados, los cuales son productos de la oxidación lipídica, originada por la reacción del ozono con los ácidos grasos y otros sustratos contenidos en los aceites vegetales. Estos compuestos tienen actividad germicida, inmunoestimulate y restauradora de tejidos, por lo que constituyen una innovadora estrategia para tratar distintas patologías.42
Existen diversos compuestos naturales que pueden ser empleados como sustrato de la ozonización desde aceites vegetales (oliva, girasol, coco, cacao, aguacate, almendra, palma, sésamo, jojoba, etc.), aceites esenciales o sus componentes (geraniol, linalol, canfeno, farnesol, etc.) y aceite de hígado de animales43. En principio un sustrato con un mayor número de dobles enlaces carbono-carbono es más susceptible a reaccionar con el ozono. Por ejemplo, el aceite de girasol con predominio en su composición de ácidos grasos con doble instauración será más reactivo que el aceite de oliva con predominio de ácidos grasos mono insaturados. Estos dos últimos aceites son los más empleados, en este caso el criterio de selección se basa en que son los que tienen un mayor número de estudios que soportan sus aplicaciones médicas. Un estudio que comparó ambos aceites encontró similar espectro antimicrobiano entre ellos, con la excepción de que el elevado índice de peróxido del aceite de oliva confirió mayor actividad antimicrobiana frente a Pseudomonas aeruginosa, a diferencia del aceite de girasol cuyo índice de peróxido es menor.44
El aceite de oliva se obtiene a partir del fruto del olivo y el de girasol se origina de la semilla de la flor de girasol. Ambos contienen distinta composición de ácidos grasos: el aceite de oliva presenta una alta proporción de ácido oleico (65-85 %), mientras que el aceite de girasol es rico en linoleico (48-74 %) y oleico (14-39 %) 45.  La reacción del ozono con estos aceites se produce casi exclusivamente con los dobles enlaces carbono-carbono presentes en los ácidos grasos insaturados46. Dicha reacción produce varios compuestos oxigenados tales como hidroperóxidos, ozónidos, aldehídos, peróxidos, diperóxidos y poliperóxidos46-50, los cuales podrían ser responsables de la amplia actividad biológica de los aceites vegetales ozonizados. Conjuntamente dichos aceites poseen otros efectos beneficiosos como: acción antiinflamatoria, analgésica y regenerante.51,52
Hoy en día, el uso de los aceites vegetales ozonizados se ha ampliado rápidamente al igual que sus sub-productos, los cuales resultan ser compuestos novedosos, que parecen adecuados para el tratamiento tópico de diversas patologías como: infecciones en la piel, micosis en uñas, pie diabético, parasitosis, papilomatosis, lesiones traumáticas, heridas infectadas, úlceras, escaras, lesiones herpéticas, infecciones por hongos, picaduras de insectos, dermatitis, pieles en fase inflamatoria por dermatitis atópica, prurito interdigital, psoriasis, infecciones y alteraciones vaginales, quemaduras, procesos infecciosos estomatológicos, entre otros53,54. En relación a esto, los aceites ozonizados implican alternativas eficientes y de extensa disponibilidad que pueden originarse a corto plazo.
A propósito de un caso, Menéndez et al (2008) realizaron un estudio a doble ciego en 60 mujeres afectadas de vulvovaginitis por C. albicans que se dividieron en 2 grupos (uno tratado con óvulos que contenían como principio activo aceite de girasol ozonizado y otro grupo con óvulos de nistatina). Los tratamientos se mantuvieron por 10 días y en ambos casos se trató también a la pareja sexual. Al final del estudio los resultados microbiológicos y clínicos demostraron un 100 % de curación en los sujetos tratados con óvulos de aceite de girasol ozonizado y un 50 % en los del grupo control. En todos los grupos de tratamiento hubo buena tolerancia a los compuestos ozonizados55. Resultados igualmente satisfactorios se reportaron durante el tratamiento de la vulvovaginitis causada por Candida, tratada con manteca de cacao ozonizada, según un estudio llevado a cabo por Lezcano et al en el año 1998.56
En los últimos años, las patologías fúngicas han tenido un aumento creciente en la población humana y animal, convirtiéndose en un problema importante de salud que afecta a gran parte de la población mundial, disminuyendo su calidad y expectativa de vida por la morbimortalidad; lo que sumado a la escasa disponibilidad de antifúngicos convencionales, al desarrollo de mecanismos de resistencia, elevados costos y efectos adversos (hepatotoxicidad, nefrotoxicidad, fototoxicidad), ha estimulado el desarrollo de nuevas moléculas de origen sintético y natural, buscando mayor eficacia, espectro de acción y potencia. Entre éstos, existen productos de origen natural que por su composición son mejor tolerados por el hospedero y muchas veces conllevan numerosos beneficios para los pacientes57-61. Por estas razones, se deben orientar los esfuerzos a la búsqueda de nuevos antimicóticos que superen dichas limitaciones.
En vista de que la naturaleza es fuente de una extensa diversidad de moléculas bioactivas que podrían ser empleadas como base para el diseño y la formulación de nuevas generaciones de medicamentos, el cual pudiese ofrecer numerosas opciones para solventar diversos problemas de salud; siendo el objetivo de esta búsqueda el hallazgo de fármacos con mayor espectro de acción, menos costo y efectos adversos que los existentes.
El uso clínico de los aceites ozonizados en enfermedades infecciosas presenta numerosas ventajas con respecto a las terapias convencionales tales como el abaratamiento de los tratamientos, efectos similares o superiores a los antibióticos tradicionales, un amplio espectro  antimicrobiano y un bajo índice de eventos adversos. La capacidad germicida que estos agentes manifiestan ha sido históricamente reconocida,  sin embargo, a pesar de haber transcurrido poco más de un siglo desde sus primeras aplicaciones en el tratamiento de enfermedades infecciosas, el uso de los compuestos ozonizados no ha logrado ser implementada como práctica eficaz y confiable en la mayoría de los países.62,63
Además de la actividad germicida, los productos de la oxidación lipídica que se generan tras la reacción del ozono con los ácidos grasos y otros sustratos, forman compuestos con propiedades inmunoestimulate y reparadora de tejidos. La estabilidad de los preparados ozonizados permite el desarrollo de formulaciones convencionales para su uso clínico; de allí que el estudio más profundo de los efectos biológicos de estos preparados reforzará las bases científicas de su empleo en diferentes patologías.

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