ANTIFUNGIGRAMA:
CUANDO REALIZARLO.
Lcda.
González Nairoby
Residente de segundo año.
Las
infecciones por hongos han cobrado en la actualidad una gran importancia, ya
que son observadas con mayor frecuencia y los cuadros clínicos clásicos en
ocasiones se modifican y agravan cuando se asocian a otras patologías
subyacentes que cursan con inmunodeficiencia[1], lo que constituye un problema
diagnostico y terapéutico para el personal clínico [2].La aparición
de la epidemia del virus de la inmunodeficiencia humana y el continuo
incremento de la utilización de fármacos inmunosupresores han aumentado la
incidencia de las micosis. Este aumento en la prevalencia ha sido constante
[3] ampliando en gran medida la gama de
hongos que producen enfermedades potencialmente mortales[4].
Actualmente,
el aumento de las infecciones fúngicas se relaciona principalmente con la edad
avanzada de la población asistida, el incremento de pacientes inmunodeprimidos,
la generalización de procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasores, el
trasplante de órganos y tejidos, la antibioterapia prolongada, entre otros[5]. Por
otra parte, se ha descrito la aparición de resistencias secundarias en cepas de
Candida expuestas a antifúngicos fungistáticos
como los azoles, y el aislamiento de especies intrínsecamente resistentes a
determinados antifúngicos como C. krusei,
y hongos filamentosos como Zygomicetes
y Scedosporium prolificans[6].
La emergencia de
resistencia antimicótica se debe, principalmente, al reciente aumento de infecciones
por especies con resistencia natural y a la selección de cepas resistentes
durante la terapia antimicótica. Sin embargo, con el uso crónico de tratamientos
antifúngicos, principalmente en pacientes inmunosuprimidos, se ha generado
menor susceptibilidad y se ha establecido cierta resistencia a los azoles, por
parte de algunos aislamientos [7,8].
Al igual que
para las bacterias, los mecanismos de resistencia para el tratamiento
antimicótico son variados. Actualmente, se considera que dichos mecanismos
conforman una situación emergente que contribuye al fracaso de la terapéutica
empleada, sumado además el hecho de que se ha demostrado que la respuesta
inmunológica deteriorada del individuo afectado, puede jugar un papel
coadyuvante en la ineficacia de los medicamentos empleados. Es por esto que las
pruebas de sensibilidad a antifúngicos adquieren cada vez mayor importancia en
la práctica médica y en el tratamiento de los pacientes graves[9,10].
Un antifúngico
ha sido definido como una sustancia química producida, capaz de inhibir el
desarrollo de los hongos. Anteriormente se podía predecir la susceptibilidad de
algunos microorganismos, sin embargo, debido al
incremento de la resistencia, actualmente es imposible hacerlo[11].
El
antifungigrama se encarga de medir la susceptibilidad de ciertos hongos que se
sospecha sean responsables de una infección. Sirve en primer lugar, para
orientar las decisiones terapéuticas individuales, además permite seguir la
evolución de las resistencias [12]. Los estudios
de susceptibilidad a antifúngicos anteriores al uso de métodos estandarizados
eran inconsistentes y muy poco reproducibles, ya que incluían muchos factores que
afectaban estos ensayos, como el tamaño del inoculo, la composición, el pH del
medio, formato de la prueba y temperatura de incubación.
Debido al aumento
creciente de infecciones fúngicas y la aparición de resistencia a los antimicóticos, se ha hecho necesario el desarrollo de métodos estandarizados para la
determinación de la susceptibilidad antifúngica[9,13]. Tales métodos deben ser reproducibles y
adaptables a un laboratorio asistencial, de manera que permitan la detección de
resistencia in vitro, la cual, en la mayoría de los casos, suele
correlacionarse con una evolución clínica desfavorable[14]. Tanto el Instituto de Estándares de Laboratorios Clínicos (CLSI, del
inglés ClinicalLaboratoryStandardsInstitute), como el Comité Europeo
para Pruebas de Susceptibilidad Antimicrobianas (EUCAST, del inglés EuropeanCommitteeforAntimicrobialSusceptibilityTesting)
han desarrollado guías para la medición estandarizada de la sensibilidad de
varias especies de hongos a los antimicóticos actuales [15].
Hasta ahora no
existen indicaciones estrictas para hacer estudios de susceptibilidad antifúngicas
en las diferentes muestras en las cuales se puede aislar un hongo, ya que las
recomendaciones se basan en opiniones de expertos, conferencias de consenso y
estudios controlados con muestras reducidas. Algunos autores recomiendan realizar
estudios de sensibilidad en:
• Estudios de
vigilancia epidemiológica que permitan conocer los perfiles de susceptibilidad y
resistencia de cepas clínicas, aisladas principalmente de infecciones invasoras
en un país, zona geográfica o centro de salud. De esta forma se pueden establecer
cuáles son los tratamientos iniciales más adecuados o si se debe cambiar de
tratamiento una vez que se ha identificado la especie (sensibilidad
predecible).
• Todas las cepas
que proceden de infecciones invasivas o de enfermos con algún tipo de
inmunosupresión.
• Casos de
fracaso terapéutico.
• Enfermos que
han recibido profilaxis antifúngica previa.
• Casos en los
que se ha aislado una especie poco frecuente, de la que se desconoce su espectro
de sensibilidad in vitro o que presentan alta resistencia a medicamentos antifúngicos.
• Casos que se
requiera determinar el nivel de resistencia frente a nuevos compuestos con
actividad antifúngica[16].
En estas
situaciones, el estudio de susceptibilidad puede ayudar a elegir el tratamiento
más adecuado o incluso a variar la estrategia terapéutica específica, aumentando
la dosis del antifúngico, cambiando de fármaco o instaurando una terapia combinada
[17].
Debido a que las infecciones
fúngicas son infecciones cosmopolitas y oportunistas,sus aspectos clínicos se
presentan de manera variada cualquiera quesea su localización. El carácter
comensal de algunas de ellas hace que la interpretación de los exámenes
microbiológicos sea delicada. Éstos sólo pueden ser interpretados después de
confrontar los datos clínicos con la existencia de factores de riesgo, radicando
allí la importancia de realizar estudios de susceptibilidad antifúngicos[18].
REFERENCIAS
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