Formación de biopelículas en aislados de Staphylococcus aureus según la
susceptibilidad antimicrobiana y la procedencia clínica
Alexander
Sánchez
Bacteriólogo
Los acontecimientos
actuales reflejan que Staphylococcus aureus representa una de
las principales causas de morbi-mortalidad para el hombre en el mundo (1).
Su potente actividad infecciosa, virulencia, versatilidad y marcada
patogenicidad lo convierte en uno de los principales agentes que ocasionan
diversas patologías en el ambiente intra y extrahospitalario(2,3). Además
presenta una resistencia importante a las condiciones ambientales normales; es
capaz de sobrevivir hasta tres meses en un cultivo a temperatura ambiente,
además provoca procesos infecciosos en piel, tracto respiratorio,
genitourinario, septicemia, impétigo y shock tóxico. A esto se le suma la
capacidad del microorganismo de encontrarse como microbiota habitual en fosas
nasales, piel y faringe sin desencadenar patología alguna, pero constituyendo
un riesgo epidemiológico, ya que puede transmitirse de un individuo a otro,
conociéndose esta condición como portador asintomático(4), así mismo
esta bacteria es considerada un gran problema de salud mundial por la
dificultad que implica el tratamiento, además de su alta incidencia y
prevalencia en los ambientes hospitalarios (5-7). A lo largo
del tiempo, S. aureus ha desarrollado diferentes mecanismos de
supervivencia, entre los que se encuentran, la resistencia a los antibióticos y
la capacidad de formación de biopelículas, mostrando así su habilidad de
adaptarse al entorno (4,8).
En cuanto a la
resistencia frente a los antibióticos, en S. aureus, se han
descrito varios mecanismos, entre ellos, la producción de enzimas
betalactamasas (plasmídicas, inducibles y extracelulares), la aparición de
modificaciones que impiden la llegada del fármaco al punto diana (mutaciones de
las porinas o alteración del sistema de transporte), la alteración del propio
sitio blanco (como la alteración a nivel del ARNr 23S y de la modificación de
la proteína fijadora de penicilinas PBPs transformada a una proteína adicional
denominada PBP2a codificada por el gen mecA (4, 6, 9 –
12).
En adición a lo
expuesto, se suma la capacidad de S. aureus de formar
biopelículas, las cuales son agrupaciones microbianas de constitución compleja
caracterizadas por células que están adheridas a un substrato vivo o inerte,
pertenecientes o no a un mismo género, en donde existe una alteración de
fenotipo en relación con la tasa de crecimiento y transcripción génica (13-14-15).
Esto le confiere a las bacterias cualidades para sobrevivir que no
desarrollarían en su estado individual, favoreciendo la permanencia de la
bacteria en el hospedador y desarrollando cronicidad en los procesos
infecciosos. Por tanto, está directamente relacionada con el aumento de la
resistencia antimicrobiana (16,17).
Todo esto gracias a
la presencia de una matriz de sustancias poliméricas extracelulares que está
constituida por agua, proteínas, ácidos nucleicos y exopolisacárido,(13,18) siendo
este último diferente para cada género bacteriano y en ocasiones para cada
especie, en el caso de S. aureus el exopolisacárido está conformado
principalmente por poli-N-acetil-glucosamina(13,15). Esta matriz
actúa como una barrera física y química que imposibilita la llegada de
concentraciones adecuadas de antibiótico a la bacteria (13).
En un estudio realizado en 2013 y publicado en 2015 en la revista VITAE
de la Universidad Central de Venezuela por Gil et al. se evaluó la asociación entre la capacidad de formación de biopelículas
en aislados de Staphylococcus aureus según la susceptibilidad
antimicrobiana y su procedencia clínica.
Dentro de dicho estudio se evaluaron 141 cepas representando el 100% de
la población, estas fueron agrupadas de dos maneras, la primera según los
patrones de susceptibilidad antimicrobiana 51,8% cepas sensibles y 48,2% cepas
con patrones fenotípicos de resistencia adquirida, entre estas últimas se
encuentra un 22,6% de cepas SARM (Staphylococcus
aureus resistente a meticilina), 12,7% con resistencia constitutiva a Clindamicina
y Eritromicina (cMLSB), 14% resistencia constitutiva a Eritromicina
(MSB), 13,4% aislados con resistencia inducible a Clindamicina (iMLSB),
1,4% de resistencia a Clindamicina y 0% de VISA (Staphylococcus aureus intermedio a vancomicina) y VRSA ( Staphylococcus aureus reistente a
vancomicina) y la segunda según el origen de procedencia, 54,7% pertenecientes
a procedencia infecciosa y 45,3% de portadores asintomáticos(19).
Los
aislados de S. aureus provenientes de los procesos
infecciosos expresaron un 93% de capacidad en formar biopelículas, en la que se
observa un grado moderado de formación de biopelículas en comparación con un
grado débil de formación en los aislados de portadores asintomáticos(27).
En conclusión, los resultados obtenidos sugieren que la susceptibilidad
antimicrobiana no interviene en que las bacterias sean capaces o no de formar
biopelículas, así como tampoco afecta en el grado de formación de las mismas.
De igual manera, la procedencia de las cepas de S. aureus, tampoco influye en la capacidad de
formar o no biopelículas, sin embargo, el grado de formación (débil, moderado o
fuerte) se ve afectado de manera directa por la procedencia de las cepas, donde
las de origen infeccioso muestran un mayor grado de formación en comparación
con las provenientes de portadores asintomáticos.
Este
dato es relevante ya que el grosor de la biopelícula está directamente
relacionado con la dificultad de erradicarla, por lo que es interesante conocer
la capacidad del microorganismo en formar biopelículas y en qué grado lo hace, esto
con la finalidad de realizar tratamientos específicos para cada caso.
Así
mismo, es de interés conocer que las cepas de portadores asintomáticos aun
cuando muestran un grado débilmente formador, son capaces en su mayoría de
presentar este mecanismo de supervivencia (producción de biopelículas) y si a ello se le suma que S. aureus posee
diversos patrones fenotípicos de resistencia adquirida, nos hace pensar en la
necesidad de extremar las medidas de asepsia en procesos de venipunción e
implantación de catéteres, así como también en la escogencia del tratamiento,
ya que se trata de individuos sanos con cepas con potencialidad para colonizar
superficies y con importantes mecanismos de resistencia.
Finalmente,
estos resultados aluden, que la diseminación de cepas que provienen de procesos
infecciosos aporta un riesgo adicional como factor de virulencia, debido a que
están más dispuestas a formar biopelículas en un nivel mayor, lo cual
representa una variable importante a considerar en el control de este
microorganismo.
Referencias
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: http://vitae.ucv.ve/index_pdf.php?module=articulo_pdf&n=5123&rv=118
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